Hablar de autismo es complejo pues los factores de riesgo no están claros, su propia definición engloba una amplia gama de afecciones y los tratamientos médicos para abordarlo, a menudo, son insuficientes. Por ello, no vamos a recomendarle tratamientos específicos ni a decirle lo que su médico debe hacer por usted. Estas decisiones les corresponden a usted y a su médico.
Sin embargo, en el enlace al final de este post accederá a una publicación con la que le ayudaremos a comprender la complejidad del autismo y le pondremos al corriente de las últimas investigaciones al respecto. Armado con este conocimiento, podrá analizar las opciones por sí mismo y evaluar cuáles se aplican mejor a su situación específica. Además, la información proporcionada en este folleto puede ayudarle a reconfigurar sus conocimientos actuales sobre el autismo.
Los trastornos del espectro autista (TEA) engloban una amplia gama de afecciones, caracterizadas por escasas habilidades sociales, comportamiento repetitivo, dificultades en el desarrollo del habla y discapacidades en la comunicación no verbal.
Incluyen el trastorno desintegrativo infantil (TDI), el trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD-NOS) y el síndrome de Asperger.
A principios de la década de 1990, el autismo se clasificó como una forma rara y grave de esquizofrenia. Antes de eso, el autismo se describía como una enfermedad del desarrollo más que mental. En 1994 se añadió el síndrome de Asperger al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría. Casi de inmediato se diagnosticó “trastorno del espectro autista” a personas con un coeficiente intelectual alto y buenas habilidades verbales. Hoy en día, las personas con trastorno del espectro autista (TEA) son muy diversas, muchas son brillantes y realizadas, pero otras tienen graves dificultades. Por tanto, mientras que algunos consideran el autismo como una forma de “diferencia neurológica” que puede dar lugar a percepciones extraordinarias, otros lo consideran un trastorno que merma la capacidad de la persona para funcionar en sociedad y que, por tanto, debe tratarse -o, en el mejor de los casos, curarse-.
Para aumentar la complejidad, los criterios de diagnóstico del autismo han cambiado a lo largo de los últimos 20 años. Los psiquiatras suelen diagnosticar utilizando la escala CARS (Childhood Autism Rating Scale) o la ADOS (Autism Diagnostic Observation Schedule), o la ADI-R (Autism Diagnostic Interview-Revised).
Sin embargo, estas evaluaciones se basan únicamente en cuestionarios, ya que no existe ninguna prueba biológica específica para determinar si una persona es autista.
Aquí intentaremos poner luz sobre cómo abordar los síntomas y las causas del autismo con métodos naturales.
Enlace a la publicación:
Descifrando el autismo. Evidencias científicas, estrategias naturales y consejos prácticos para lograr una vida sana y próspera. Por las doctoras Mirja Holtrop y Aleksandra Niedzwiecki.